“Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley”. (Sofonías 3:4 RVR1960).
Cuánto leí el capítulo tres de Sofonias, me encontré con muchos textos que me gustaron, hermosas promesas que a todos nos encantan, pero también me encontré con este texto que me sacudió y me hizo llegar a un compromiso con mi Dios: ¡NO QUIERO SER UN PROFETA LIVIANO!
Dios no quiere profetas livianos, no quiere pastores livianos, Iglesias livianas, no quiere que seas un cristiano liviano.
Jesús nunca buscó las multitudes, no diseñó estrategias de mercado para atraer más “clientes” habló la Palabra, enseñó la justicia de Dios, habló del camino del arrepentimiento, nunca puso el evangelio en oferta para que más personas se acercaran.
Creo en el amor de Dios con todo mi corazón, creo que no soy salvo por mis obras, soy redimido por su muerte y justificado por su resurrección, y que la voluntad de Dios es buena agradable y perfecta. Pero también creo igualmente de intenso, que Dios demanda de mi entrega total, y así como habló de las promesas de Dios y sus planes de bendición, también habló de que se requiere determinación, ese compromiso total que tuvo el apóstol Pablo, la disposición que tuvo Daniel, como Esteban que estuvo dispuesto a morir por el evangelio, no podemos ser cristianos de domingo, necesitamos darnos todo a aquel que nos dio todo, incluso su Hijo; no seamos livianos, seamos esos hijos que Dios quiere, no viene por una iglesia liviana, viene por una Iglesia, sin mancha ni arruga.
Bendiciones,
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