“Dios mío, tus leyes tienen valor permanente. Tu presencia da a tu templo una belleza sin igual”. (Salmos 93:5 TLA).
Sus leyes tienen valor permanente. La Palabra es confiable, siempre es vigente, nunca pasará de moda, siempre es actual.
No importa quien predique, un hombre sencillo de la sierra, o un famoso predicador en un estadio, lo que cambia y transforma no es el predicador sino ¡LA PALABRA!
Tu presencia da a tu templo...
Cuando los filisteos capturaron el arca del pacto (representaba la presencia de Dios). Israel continuaba con sus rituales, ofrecían sacrificios, se lavaban, entraban al lugar santo y ponían el pan en la mesa, encendían el candelabro y ofrecían incienso en el altar de oro, luego entraban al lugar santísimo ¿a qué? No había arca, no estaba ¡la presencia de Dios!
Podemos tener rituales hermosos, músicos profesionales, el mejor orador, pero lo más importante en cada reunión es ¡la presencia de Dios!
¡Bendiciones!
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