“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. (S. Mateo 7:21 RVR1960).
Nos preparamos para la vida, preparamos a nuestros hijos para enfrentar los retos del mundo, estudiamos, y tratamos de estar preparados para todo, pero... al leer este texto me pregunté: ¿estoy preparado para encontrarme con mi Dios?
Una cosa es segura:
Todos, si, todos en algún momento llegaremos ante la presencia de Dios, y no habrá recomendaciones, no contará los likes, no podremos engañarle, porque conoce lo más profundo de nuestro corazón; yo sé que este tema no gusta, quieres que te hable de que Dios quiere prosperarte, que Dios quiere darte una mansión y un carro lujoso del año. Pero te pregunto ¿de que sirven todas las riquezas del mundo, si no estamos preparados para encontrarnos con nuestro Dios?
Podemos ser llamados en cualquier momento, cuando no lo esperamos, muchas personas mueren a diario, me sorprende mucho cuando escuche de amigos y familiares mueren de un momento a otro, por eso no quiero hablarte de una mansión en la tierra, sino de una mansión que está reservada para ti en el cielo.
Me sorprendió cuando Jesús dice:
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”.
(S. Mateo 7:22 RVR1960).
Muchos me dirán.. wow muchos... yo no quiero ser de esos muchos, yo quiero ser de la manada pequeña, quiero ser de los que no buscaron el favor de los hombres, quiero ser de los que pagaron el precio, de los que cargaron la cruz, de los que prefirieron la gloria de Dios que la gloria de los hombres.
La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, no importa lo grande que sea tu pecado, ni que tan hondo caíste, sino el tamaño de tu arrepentimiento, Dios está esperando que regreses a casa, quítate la máscara, deja que tu Padre cambie las ropas inmundas por una túnica blanca, que calce tus pies descalzos y ponga un anillo en tu dedo, recibe el abrazo de reconciliación de tu Padre celestial.
Bendiciones,
Eliphelet Rubio
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