“Pero Jesús se quedó callado. El sumo sacerdote le dijo: —En el nombre del Dios viviente te ordeno que digas la verdad. Dinos si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. (San Mateo 26:63 DHHDK).
Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja fue llevado delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca.
¿Qué podía decir ante tal cúmulo de acusaciones?
¿Que su amor era tan Grande, que daría su vida por nuestra salvación?
¿Que era nuestro pecado tan Grande que solamente el sacrificio de la Cruz podía redimirnos?
Enmudeció, calló todo ese amor que tenía por nosotros, no abrió su boca, aunque seguramente quería ¡decirnos tanto!
¡La Palabra guardó silencio, y nos dijo tanto con ese silencio!
¡Mil palabras no podían expresar tanto amor, tanta misericordia, tantos planes!
Ahora te pido Señor: no calles, háblame, quiero escucharte, deseo tanto saber lo que tienes que decirme, como dijo tu siervo Samuel: habla que tu siervo escucha.
Bendiciones,
Eliphelet Rubio.
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