“Al ver lo que Pablo había hecho, la gente empezó a gritar en la lengua de Licaonia: —¡Dioses en forma de hombre han bajado a nosotros!
El sacerdote de Zeus, que tenía su templo a la entrada del pueblo, trajo toros y adornos florales; y él y la gente querían ofrecerles un sacrificio.” (Hechos 14:11, 13 DHHDK).
Me imagino el denuedo y la enseñanza del apóstol Pablo, ¡intensa, apasionada y poderosa! Además respaldada con milagros, sanando enfermos, liberando a los cautivos.
Pero... no son dioses, son seres humanos, instrumentos de Dios, toda la gloria y la alabanza es para Dios, no para el hombre.
Vemos la actitud de Bernabé y Pablo, impidiendo y evitando que les dieran la gloria a ellos, no podemos tomar la gloria de Dios para nosotros, ese fue el pecado del diablo, tomar la alabanza y no dirigirla a Dios; es agradable ser reconocidos y elogiados, pero es un juego peligroso, por eso debemos decir: siervo inútil soy, solo hice lo que tenía que hacer.
La fama y la popularidad son efímeras, pasajera como la belleza de una flor, los mismos que querían adorarlos, terminaron apedreando a Bernabé y Pablo hasta creerlos muertos. No te lo tomes muy en serio cuando te elogien, que mañana esos mismos te pueden apedrear, por esto es muy importante saber a quien servimos y porque lo hacemos.
Te pregunto: ¿PABLO se desanimó y decepciono de la gente?
Se levantó e hizo lo que Dios le había mandado, predicar el evangelio.
Bendiciones.
Eliphelet Rubio.
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